Los vehículos diésel se enfrentan a una prueba precisa con su paso por la Inspección Técnica de Vehículos (ITV). La implantación de esos nuevos sistemas informáticos para detectar irregularidades, las pruebas de emisión de gases y también el probable incremento del precio, son factores muy a tener en cuenta. Y es que una de las principales novedades para este tipo de coches, es la obligación de pasar una segunda prueba para aquellos matriculados tras 2006.
Las estaciones de ITV están obligadas desde ahora a utilizar unos dispositivos de lectura OBD para todos estos coches fabricados con posterioridad a 2006. La nueva prueba es por ello complementaria y significa que la estación de ITV se conecta con la centralita de nuestro vehículo y recupera datos del funcionamiento de los diferentes sistemas relacionados con las emisiones.
De esta forma, el control de la centralita del vehículo permitirá a los técnicos acceder a la información interna del coche para saber si cuenta con algún tipo de software capaz de manipular la emisión. En caso de corroborarlo, el resultado de la inspección sería negativo, automáticamente.
La pretensión no es otra que la de reducir la emisión de gases contaminantes. La inspección será especialmente dura para aquellos coches matriculados a partir de 2011, debiéndose estos ajustarse a la norma de la Unión Europea Euro5 y Euro6. Desde 2003, por normativa, los diésel deben llevar un euroconector que permita el empleo de estos sistemas. Los de gasolina están obligados desde tres años antes.
Además de los gases, se medirá con precisión los sistemas de seguridad del vehículo -ABS, airbag…- y cualquier otro parámetro que pudiese ser modificado. Todo ello podría suponer un incremento del precio de la ITV. Los fabricantes de coches podrían empezar a cobrar a los talleres por el acceso al software del vehículo, lo que derivará en un coste mayor para el propietario.