A medida que transcurre el tiempo y se acerca a nosotros el futuro, la tecnología de nuestros coches progresa, muchas veces no somos conscientes del portento tecnológico que tenemos delante de nuestras narices el cual nos ofrece la mayor eficiencia posible, la seguridad se eleva y el control en la carretera apunta a ser óptimo, sin embargo, factores ambientales pueden obstruir todos estos beneficios. En este caso os hablaremos de la temperatura del motor la cual si no es la correcta no permitirá a nada funcionar como debe.
La arquitectura del vehículo está preparada para trabajar en un rango de temperatura que ronda los 90ºC, si la marca está por debajo de la cifra anteriormente citada, el desgaste será más elevado, mientras que por encima de esa temperatura, los daños provocados por el calor pueden derivar en un accidente. Esta es la razón por la cual los sistemas tecnológicos de los vehículos nos notifican cuando peligramos por sobrecalentamiento.
Si estamos conduciendo y nos damos cuenta de que la aguja de la temperatura está subiendo demasiado, es conveniente detener el vehículo y revisar, en la medida de lo posible, todos los elementos del sistema de refrigeración: manguitos, bomba de agua, ventilador, anticongelante...si todo parece en orden, puede que simplemente hayamos exigido demasiado al motor de nuestro coche, por lo que deberemos aflojar la presión sobre el acelerador pero podremos continuar la marcha.
Si la aguja no para de subir y empezamos a ver vapor de agua salir por el vano motor, los daños pueden ser más graves de lo que parece: enfriar el motor es nuestra mayor prioridad, ya que si la temperatura pasa de 130ºC es muy posible que nos enfrentemos a una reparación muy grave. No dejes el motor en marcha: detente en un lugar seguro y abre el capó. Si fuese posible y el motor se ha quedado sin refrigerante por culpa de alguna fuga, intenta enfriar el motor rellenando con refrigerante o, provisionalmente, agua.